30 de enero de 2007

liberdade de escolha

El próximo 11 de febrero hay aquí, en Portugal, un referéndum en el que los portugueses votarán Sí o No a la despenalización del aborto en las primeras 10 semanas de gestación. El asunto está muy presente en los medios de comunicación, en internet y en la calle. Lo que me sorprende es la manipulación (des)informativa, que vuelve a poner en cuestión el aborto y si lo que está dentro de la mujer es una vida humana o no, y si es que sí a partir de qué semana, etcétera, cuando lo que se va a aprobar o rechazar (ya fue rechazado en 1998, sin duda por la abstención) no es eso, sino si se va a seguir penalizando (con hasta 3 años de cárcel) a las mujeres que deciden interrumpir su embarazo porque no pueden o no desean ser madres. Porque, de forma legal o ilegal, abortos ha habido y habrá siempre. Y al final, lo que está en el fondo, es empezar a pensar de una vez que la mujer no es un organismo progenitor, sino que es una persona madura y con derechos, dueña de su sexualidad y de decidir si quiere o no tener hijos. Así de simple. Por tanto, en el momento en que decide no tenerlos, lo lógico, lo obvio y lo normal en una sociedad democrática y de derecho es que dicha interrupción de su embarazo se realice sin el peso moral y la angustia que supone el saberse sojuzgada y criminalizada: ha de ser en un centro público, de forma gratuita y con todas las garantías sanitarias y legales (y no engordando la cuenta corriente de las clínicas privadas españolas en Badajoz). Lo que se vota, por tanto, es si se permite decidir, o si se sigue reprimiendo un derecho, así de simple.

Portugal ha sido considerado a menudo como un país de profunda raigambre católica, apegado a los faldones de los curas, y nostálgico de su pasado imperial. A España se le puede reprochar lo mismo, y sin embargo algo se ha movido en los últimos años, o sea que... No sé por qué, pero intuyo que el Sí va a ganar. Espero que así sea, para ir borrando estereotipos y para que al fin haya "liberdade de escolha" para las mujeres portuguesas, caboverdianas, angoleñas...

24 de enero de 2007

mulemba Xangola

Kassanzu uá bixila
Menekenu mukuenu
Kubanza kuá muxima
Menekenu kubata


(Refrão)
É mulemba Xangola
Ai-ué mulemba Xangola

Ai-ué Luanda
Ai-ué N'gola
Ai-ué Bahia
Etu Mudietu

(Refrão)
É mulemba Xangola
Ai-ué mulemba Xangola

Mulembeira milenar
Da magia kalundu
Angola ritual
Africanos olodum

(Refrão)
É mulemba Xangola
Ai-ué mulemba Xangola

Salvador da tradição
Mulemba Xangola
Unidas nações
Saudai-vos agora

(Refrão)
É mulemba Xangola
Ai-ué mulemba Xangola


Mulemba Xangolá: original de Bonga
versão: Bonga, Carlinhos Brown e Marisa Monte

23 de enero de 2007

buzones, caixas de correio, boîtes aux lettres


A veces pienso que somos apenas eso, buzones, cada uno de un color y forma diferente, donde penetran mensajes, voces, textos, imágenes (acaso demasiadas), a la espera de que una mano amiga nos libere de tanto ruido.

(Marsella, abril de 2003, creo...).

16 de enero de 2007

ateísmo elemental

Creo en el hombre del saco antes que en dios. No existe dios. El hombre del saco, al menos, puede imaginarse.

7 de enero de 2007

invierno en Lisboa

El invierno en Lisboa (a diferencia de aquella novela homónima que seduce en la primera lectura y se cae de las manos en la segunda) tiene vuelo los días de aire claro, y tiene también peso los días de niebla, cuando los cargueros gimen en el estuario del Tajo, abriendo con su sirena una fisura de yelo en la densidad. Y los días de sol, el invierno en Lisboa no es menos invierno: es todo el invierno condensado en el placer de recibir los rayos en la cara, los ojos cerrados, olvidando el tiempo. Cuando llega la lluvia, sin embargo, regresa el tiempo al tictac de los relojes, al goteo meticuloso sobre las tejas de esta buhardilla: águas furtadas, mansarda, un espacio robado al aire desde el suelo.

2 de enero de 2007

el hueco

Hueco en el hueco, vacío reiterado hacia el infinito en el vértice nunca sellado de la espiral. ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo? ¿Puedo yo decidirlo? Decidir. Siempre el niño que llevamos dentro, una vez más la misma pregunta: ¿y después, qué?
Sinuoso serpentea el viajero en su descenso, pero ¿quién dibuja su rastro?, ¿el viaje?, ¿el viajero? Y, aún más, ¿qué importa el rastro si allí a donde se viaja no hay opción para el retorno?
Yo coleccionaba relojes de arena.
Ahora me los regalan otros.
Que hay compañeros de viaje e instantes luminosos, pero eso no quita para que estemos menos solos hasta la muerte.
No espero que esto pueda ser útil a nadie. Escribimos palabras útiles para lo inútil. Palabras, siempre, para el silencio y el olvido y para la oquedad sin término de todo cuanto no existe y que tampoco es la nada y jamás, jamás ese absurdo delirio llamado eternidad. Escribimos para el hueco, en fin. ¿Para qué si no?