30 de abril de 2007

para siempre

Para sempre (1983) es una novela de madurez en la obra de Vergílio Ferreira (1916-1996), posterior a obras como Mudança (1949), que supuso el paso de su primera fase neorrealista a la existencialista que dominará su creación literaria, sin desdeñar cierto experimentalismo, el uso de la ironía y el recurso a la memoria. Antes de la que aquí comento escribió, entre otras, Manhã submersa (1954, llevada al cine por Lauro António en 1980), Aparição (1959), Alegria breve (1965), Nítido nulo (1972), y después Até ao fim (1987).
En Para sempre un hombre anciano regresa a su pueblo, al que no volvía hacía años, y su soledad toma la forma de un largo monólogo en el que recuerda su vida. En él entremezcla la infancia en la aldea y su desamparo de anciano solitario, el amor juvenil y la ausencia de su difunta mujer, Sandra (es el nombre de la propia mujer de Ferreira), el desapego de su hija Xana, y en ocasiones se proyecta o desdobla en otro yo: hacia atrás, en el niño, el adolescente, el hombre maduro que fue, con los que conversa; o hacia delante, en un anciano aún por venir.
El discurso se estructura en un monólogo del narrador-personaje, que recuerda y gira como en una espiral del tiempo, atravesando sus diferentes edades, toda su vida. El punto de inicio y final transcurre en el pueblo al que regresa, pero también hay más o menos difusas referencias a Soeira (¿Coimbra?) y Lisboa. El estilo es muy lírico, tal vez más por lo narrado que por el propio lenguaje, que por otra parte es rico y denso. Hay un cierto experimentalismo en la mezcla de tiempos, pero también en el propio narrador (que a veces usa la segunda persona para referirse a sí mismo: al que fue o al que es).
Se trata, en mi opinión, de una novela asombrosa, densa y triste, muy lírica, en la que Vergílio Ferreira mezcla con destreza tiempos, situaciones, personajes de un modo aparentemente aleatorio (digo aparentemente, pues todo fluye y sigue una coherencia interna, así como un hilo conductor: el de la propia identidad y el de su relación con la mujer). El “para siempre” de la novela es una búsqueda de absoluto en vida, en la única existencia que tenemos, poblada de palabras, de amor, dolor y memoria.

27 de abril de 2007

fuente

Caminamos, como otras tardes, hasta el jardín del museo, mirador abierto al inmenso río. Estuvimos solos largo tiempo, paseando sin palabras entre las estatuas tristes, o sentados frente a la Doca de Ancântara, abajo: el metal de los astilleros y el pitido del tren de Cascais definían la forma del silencio. No recuerdo ningún vuelo de gaviotas en el aire. Apenas palomas sucias rondaron nuestros pies, incautas. A mitad de la lectura cerraste el libro, sin decir nada te levantaste y caminaste hacia una escultura, como si la imagen de ese rostro de piedra iluminada te hubiese llamado. Te observé un momento, curioso, y pronto volví a mi libro. Tus pasos sobre la grava crujieron contra las líneas de un cuento, camino de otra estatua, más allá.

Estatua en el jardín del Museu de Arte Antiga.

Avancé con soltura durante varias páginas, hasta que una breve exclamación me devolvió a ese instante. Al fondo del jardín, entre los troncos oscuros y el ramaje denso, vi tu figura agachada frente a una losa de piedra o un relieve, no podía saberlo a esa distancia. Marqué la página y acudí con pasos lentos y torpes, como quien acaba de salir de otra historia. Comprendí entonces tu sorpresa: frente a ambos, esa fuente. Tras tantas visitas, nunca habíamos reparado en ella, y allí estaban en la tarde del silencio aquellos seis rostros de niños difuntos para gritarnos con sus seis bocas de silencio que no estábamos solos, que tal vez nunca habíamos estado solos, que la soledad es una quimera o una condena. Seis espantos de piedra y una tarde perdida para el silencio.

Fuente. Jardín del Museu de Arte Antiga.

25 de abril de 2007

claveles

Pintada en la Rua São Paulo

Hace 33 años que aquí acabaron con la dictadura más larga de Europa. Queda un día de celebraciones oficiales y una democracia semejante al resto de las europeas: autocomplaciente y adocenada como todas. La Revolución tuvo como uno de sus himnos la célebre canción de Zeca Afonso, Grândola vila morena. Su letra soñaba que "o povo é quem mais ordena". La historia es implacable.

24 de abril de 2007

limbo

Ahora que los clérigos del miedo dogmático han decidido abolir el limbo, ¿adónde iremos los niños ateos cuando se apague nuestra última llama? Treinta y cuatro abriles hoy: apenas un niño perdido en el limbo de las edades.

18 de abril de 2007

¿dónde?

¿Dónde, la luz?, ¿dónde? / ¿Dónde? En los ojos, en los ojos.


17 de abril de 2007

de la herida



Da ferida

Regresso, depois da litania,
à contemplação sem voz.
A memória da música é
amarga, quando estou só.
Os quartetos de Beethoven
arrancam-me uma parte
do corpo em substância.
Ferida, terei de ir ainda
à cidade dia a dia.

Fiama Hasse Pais Brandão, As Fábulas (2002).

[De la herida
Regreso, tras la letanía, / a la contemplación sin voz. / La memoria de la música es / amarga, cuando estoy sola. / Los cuartetos de Beethoven / me arrancan una parte / del cuerpo en sustancia. / Herida, aún habré de ir / a la ciudad día a día.]


Hace tres meses murió Fiama Hasse Pais Brandão (1938-2007), una de las voces poéticas más importantes en lengua portuguesa.

16 de abril de 2007

rastros

Sobre rastros mojados por la lluvia
la acrobática prédica del silencio.

Es como si pudieras oír,
como si todavía te amara.

Paul Celan

9 de abril de 2007

en el culo del mundo

En Os Cus de Judas (1979, En el culo del mundo en la traducción española), segunda novela de António Lobo Antunes, un escritor y médico cuenta a una mujer desconocida su experiencia de la guerra de Angola a principios de los setenta, en una larga noche, varios años después. Al tiempo que trata de seducir a dicha mujer, la memoria le lleva a la profundidad de la guerra y al horror allí vivido, a su infancia, a la distancia de su primera esposa y al nacimiento de su hija mientras él está en el frente.
La narración es un monólogo o un diálogo implícito en el que quien escucha no replica, aunque la voz narradora se dirige a ella, la mujer sin nombre. Está marcada por los saltos de tiempo: mientras que el discurso y la exigua acción del presente se desarrollan en una noche en Lisboa, años después de la guerra de Angola, la mayor parte de lo narrado sucede en varios momentos del pasado: a veces en la infancia, y casi siempre entre 1971 y 1973, cuando el ex médico y escritor que narra (el personaje-narrador, inspirado en el propio autor) se adentra en “a dolorosa aprendizagem da agonia”, en su dura experiencia de la guerra en lo más profundo de Angola, hacia la frontera con Zambia.
El monólogo en Lobo Antunes adquiere a veces la intensidad del poema en prosa, por las imágenes, los símiles y las metáforas, pero también por la belleza agónica de lo narrado. No por ello pierde eficacia narrativa, sin la necesidad de recurrir a descripciones extensas (pues las incluye en el discurso subjetivo de la memoria), diálogos ni personajes concretos, sin sumirse en un desarrollo lineal de acontecimientos: todo está sujeto al capricho de la memoria (que es, también, una voluntad) del narrador. El lenguaje está vivo, se hace voz que siente y recuerda, tiene el ritmo de un torrente, y peso propio.
Os Cus de Judas es una novela intensa, excelentemente escrita, dura, rebelde en lo formal y en el fondo. Hay voluntad de criticar la injusticia y la estupidez del fascismo colonialista, pero también de subvertir el modo tradicional de contar, haciendo de la memoria un testimonio amargo y eficaz. En ella se percibe la asimilación de buenas lecturas (entonces el autor rondaba los 36 años), entre otros a Conrad, Céline o Faulkner…
Lobo Antunes es uno de esos escritores que contagian el deseo de escribir.

6 de abril de 2007

A


Alumbrar. Aluzar. Aquecer. A luz. A sombra. Asombras. As.
Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

4 de abril de 2007

Lisboa africana

Hay una Lisboa africana, una ciudad negra, mulata, mestiza, que no ha dejado de crecer desde la primera vez que visité esta ciudad, hace doce o trece años. Los africanos de Lisboa y de Portugal provienen en su mayoría de las ex colonias portuguesas: de Cabo Verde, Angola, Guinea Bissau, Mozambique y São Tomé y Príncipe.

En los años sesenta, mientras el régimen salazarista enviaba a muchos jóvenes portugueses a defender el imperio lusitano en la guerra de Angola y la pobreza obligaba a otros a emigrar a la Europa rica, la mano de obra en la construcción y en otros empleos difíciles y mal pagados fue ocupada por caboverdianos. Muchos de ellos se quedaron, huyendo de la sequía endémica de las islas de Cabo Verde, y más tarde, tras la independencia que siguió a la Revolución del 25 de abril de 1974, llegaron otros africanos (así como los portugueses retornados), entre ellos los angoleños que huían de la guerra civil. Por lo tanto ya se puede hablar aquí de población negra (o mulata, o mestiza) de segunda y puede que de tercera generación: son los portugueses negros. A ellos se siguen sumando inmigrantes más recientes, que enriquecen la diversidad de esta “ciudad blanca” (Alain Tanner se refería a la luz, claro), como puede verse en su misma plaza central: Rossio, lugar de reunión de muchos africanos.

Un ejemplo de esta Lisboa africana es la zona de la Rua de São Bento, célebre por ser la calle de la Assembleia da República (el parlamento) y de los anticuarios, pero también conocida –a la altura en que se sitúa la casa en donde escribo esto– como uno de los tres lados del viejo “triângulo crioulo”, que entre los años sesenta y noventa fue un barrio de mayoría caboverdiana, con restaurantes de katchupa (el plato más célebre de la cocina caboverdiana) y bares africanos. Algo queda de aquello, aunque la mayor parte de la población inmigrante se mudó a las ciudades dormitorio como Amadora, Cacém, Odivelas o Almada.

Sin embargo, al margen de esta diversidad evidente hoy en día, la presencia africana en Lisboa y en Portugal no se limita a la segunda mitad del siglo pasado y al presente. En Portugal hubo una importante población esclava y liberta de origen africano entre finales del siglo XV y mediados del XIX, que en algunos momentos alcanzó hasta una décima parte de la población total. (Claro que también en la actual España hubo esclavos negros en esa época, aunque en menor número.) De hecho, entre mediados del siglo XVI y finales del XVIII, parte de este barrio y el vecino de Madragoa formaban la mayor concentración de población africana de Europa: el entonces conocido como barrio de Mocambo. Las huellas de esta presencia africana en la metrópoli pueden rastrearse hoy en muchas representaciones iconográficas, desde cuadros a azulejos, pero también en tradiciones y músicas. Hay incluso estudios que afirman que el fado tiene su origen en el lundum, una música para danza que se originó en Brasil, mezcla de ritmos bantúes y portugueses. Sin embargo, esta primera presencia africana, que duró cerca de cuatro siglos, se fue diluyendo tras el fin de la esclavitud, mezclándose con la población blanca.

Lisboa es hoy, por tanto, una ciudad mestiza y diversa, pero no hay que olvidar que ya lo fue en el pasado. Muchos portugueses, incluso de origen africano, ignoran todavía ese legado.

Para quien quiera profundizar sobre este asunto, algunos libros que me han parecido especialmente interesantes:
Jean-Yves Loude, Lisboa. Na cidade negra, Don Quixote, 2005.
José Eduardo Agualusa y otros, Lisboa africana, Asa, 1993.
José Ramos Tinhorão, Os negros em Portugal, uma presença silenciosa, Caminho, 1997.
Didier Lahon, O negro no coração do império, uma memória a resgatar (ss. XV-XIX), Ministério da Educação-Casa do Brasil, 1999.