27 de abril de 2007

fuente

Caminamos, como otras tardes, hasta el jardín del museo, mirador abierto al inmenso río. Estuvimos solos largo tiempo, paseando sin palabras entre las estatuas tristes, o sentados frente a la Doca de Ancântara, abajo: el metal de los astilleros y el pitido del tren de Cascais definían la forma del silencio. No recuerdo ningún vuelo de gaviotas en el aire. Apenas palomas sucias rondaron nuestros pies, incautas. A mitad de la lectura cerraste el libro, sin decir nada te levantaste y caminaste hacia una escultura, como si la imagen de ese rostro de piedra iluminada te hubiese llamado. Te observé un momento, curioso, y pronto volví a mi libro. Tus pasos sobre la grava crujieron contra las líneas de un cuento, camino de otra estatua, más allá.

Estatua en el jardín del Museu de Arte Antiga.

Avancé con soltura durante varias páginas, hasta que una breve exclamación me devolvió a ese instante. Al fondo del jardín, entre los troncos oscuros y el ramaje denso, vi tu figura agachada frente a una losa de piedra o un relieve, no podía saberlo a esa distancia. Marqué la página y acudí con pasos lentos y torpes, como quien acaba de salir de otra historia. Comprendí entonces tu sorpresa: frente a ambos, esa fuente. Tras tantas visitas, nunca habíamos reparado en ella, y allí estaban en la tarde del silencio aquellos seis rostros de niños difuntos para gritarnos con sus seis bocas de silencio que no estábamos solos, que tal vez nunca habíamos estado solos, que la soledad es una quimera o una condena. Seis espantos de piedra y una tarde perdida para el silencio.

Fuente. Jardín del Museu de Arte Antiga.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

ou ganhada

(ummm... si está mal escrito también me disculpas, estoy aprendiendo)

Bello Azófar, bello como triste, pero acaso la belleza acepta múltiples rostros que no compiten entre ellos, sólo se suceden, se complementan.

Daniel Pelegrín dijo...

ou ganhada... está muy bien dicho. Se agradece el elogio.

Anónimo dijo...

Bueno, iré aprendiendo.

=)

Beijo

MIRIAM dijo...

Muchas gracias Azófar por compartir tus experiencias. Es una imagen impresionante. Tu relato es mesurado, es la alfombra que te lleva descalzo hasta esos niños. ¿Y qué se puede hacer ante eso? Besar la tierra con las rodillas, inclinar la cabeza para mirarnos el corazón y juntar las palmas para encarcelar ese recuerdo eternamente. Besos