12 de septiembre de 2007

y punto


Se ha acabado nuestra experiencia en Lisboa, ya estamos de regreso en “la vil Zaragoza” (en cuyos charcos croan los ojos de Buñuel). Acaba por tanto este blog, entre cuaderno de lecturas, impresiones, imaginaciones y desvaríos de estos dos en Lisboa. Ha sido breve, pero más breve se nos ha hecho a nosotros el año en esta luz hecha ciudad (verdadera lumière-ville, luzidade).

Gracias a todas y todos por la lectura, y doble agradecimiento a quienes en su momento escribieron comentarios. Hasta siempre. Salud.


Lissabon, 1930, Mário Eloy Pereira (1900-1951)

9 de septiembre de 2007

casi nada



Quase nada

Passo e amo e ardo.
Água? Brisa? Luz?
Não sei. E tenho pressa:
levo comigo uma criança
que nunca viu o mar.

Eugénio de Andrade, Mar de Setembro (1961)

[Casi nada
Paso y amo y ardo / ¿Agua? ¿Brisa? ¿Luz? / No sé. Y tengo prisa: / llevo conmigo un niño / que nunca vio el mar.]
(Traducción mía)

4 de septiembre de 2007

inerme


Hace meses se jugó aquí con el lema de Eça de Queiroz, a partir de la escultura en bronce que se encuentra junto a la rua do Alecrim. Meses después descubrimos en el Museu da Cidade, oculta en un rincón agreste del jardín, la escultura original en piedra, que fue mutilada y pintada y tuvo que ser retirada de la calle. Como se puede ver, el azar o una mano inconsciente han logrado que “la desnudez fuerte de la verdad” se cubra con el manto de una imaginación en la que el autor, por fin, ha sido destronado, y yace a sus pies cabizbajo, taciturno, inerme.

3 de septiembre de 2007

Pomar


_______Língua perfurante
na página dos sons: o branco

Júlio Pomar, Alguns eventos (1992)

2 de septiembre de 2007

cieluz


La luz es el primer animal visible de lo invisible.

(J. Lezama Lima)

29 de agosto de 2007

azul


Ave sin vuelo, sueña el azul.

27 de agosto de 2007

criollo

José Eduardo Agualusa, nacido en Huambo (Angola) en 1960, es un escritor que se mueve en el ancho mundo de la lengua portuguesa, entre Angola, Portugal y Brasil, pero también ha escrito y vivido en Goa (India) o Berlín. Es autor de una ya amplia obra narrativa. Destacan en su producción las novelas Estação das chuvas (1996), Nação crioula (1997), O vendedor de passados (2004) o la última, As mulheres do meu pai (2007), así como diez libros de cuentos (entre ellos Fronteiras perdidas, contos para viajar, de 1999) y la guía Lisboa africana (de 1993, también con textos de Fernando Semedo y fotografías de Elza Rocha).

En Nação crioula, tercera novela de Agualusa, se narra la experiencia vital y amorosa del aventurero portugués Carlos Fradique Mendes a finales del siglo XIX. Este personaje, ya más ficticio que real (se supone que Eça de Queiroz recogió su correspondencia), emprende viaje a Angola. Allí conoce la sociedad esclavista, y se enamora de Ana Olímpia Vaz de Caminha, nacida esclava y sin embargo rica y culta. Luego viaja a Brasil, se convierte en luchador por la abolición de la esclavitud, después en anarquista. Más allá de la relación amorosa, del auge y desgracia de Ana Olímpia y de la evolución ideológica de Fradique, en la novela se curzan historias y aventuras que llevan de Luanda a París, a Brasil, a Lisboa, siempre según el curso de las cartas.

Las cartas, efectivamente: porque la particularidad de esta novela es que es epistolar, la narración se compone de veinticinco cartas firmadas por Fradique Mendes entre 1868 y 1888, escritas desde Angola, París, Brasil o Lisboa, y de una última y larga misiva, de Ana Olímpia, fechada en Luanda en 1900. A través del testimonio del propio protagonista vamos conociendo los hechos, pero además muchas cartas contienen narraciones que otros personajes hacen al propio Fradique Mendes. Las misivas de Fradique están destinadas a tres personas: a su madrina Madame de Jouarre, a Ana Olímpia y a su amigo el escritor Eça de Queiroz. La última, la escrita por Ana Olímpia, también está destinada a este autor, a quien la ex esclava lega toda la correspondencia del aventurero portugués. De este modo, un escritor real, un clásico de las letras portuguesas, Eça de Queiroz, se convierte en el recopilador de la correspondencia que forma, carta a carta, la novela Nação crioula de José Eduardo Agualusa.

Nação crioula es una novela muy singular, entretenida de principio a fin, fácil de leer porque atrapa, y sin embargo en modo alguno es sencilla. Novela mestiza en muchos sentidos: por su mezcla de realidad y ficción en cuanto a la historia, pero también respecto a los personajes, algunos inspirados en figuras reales; y mestiza por la propia ideología que desprende, de mezcla de pieles y culturas, de países, de ideas. Sorprende cómo Agualusa sabe sacar aquí partido al género epistolar, en principio muy limitado, y cómo logra que, carta a carta, el lector entre en un mundo tan interesante como el de Angola y Brasil de finales del siglo XIX. Y sabe hacerlo con dosis de acción, de seducción amorosa, pero también con humor, como en este párrafo:

Para construir uma África portuguesa seria necessário que Portugal se fizesse africano. Atrever-me-ia a sugerir, como primeira e urgente medida, que se mudasse para Luanda a capital do reino, o rei e a corte, a Câmara dos Deputados, todos os ministérios e, naturalmente, os pastéis de Belém. Numa segunda fase seria necessário mudar também os portugueses, inclusive os virtuosos e os trabalhadores, transferindo para Portugal os criminosos a cumprir pena de degredo em Angola e Moçambique. Portugal, território pequeno e nessa altura já quase despovoado, poderia então, sem prejuízo, ser governado por um qualquer empacaceiro em comissão de serviço.

reflejos


No existe la perfección del giro.

26 de agosto de 2007

rojo


Tras el viento rojo vuela el cielo: desconcierto.

tiempo

Lisboa está llena de pintadas como esta, imaginativas unas, otras reelaboraciones con "mensaje". Esto podría haberlo escrito Séneca o Gracián, pero ya es una frase reciclada en cualquier muro. Y sigue dando que pensar.

24 de agosto de 2007

al fondo


Ahí, al fondo, calla la sombra y la luz danza.

22 de agosto de 2007

suena

Alfama, 1920, Francisco Smith (1881-1961)

y tras subir la larga escalera los ojos se me cierran de fatiga. Las imágenes se nublan, y siento la música de este barrio en eterna decadencia. Suena el pífano del afilador, como en la película de Wim Wenders, y como Rüdiger Vogler me siento a escuchar y registrar sonidos, aunque sea con mi débil memoria. Las mujeres se gritan de ventana a ventana, el aire les baila la ropa tendida. Blanco. Qué desdicha ser ciego en Venecia, dijo aquél, y qué gran desgracia ser sordo en Lisboa, pienso ahora yo. El blanco suena: escucho la luz de cada presencia, el barullo de los niños, una canción que se vierte desde una ventana, la discusión de dos viejos, un grupo de turistas italianos. Gaviotas. El zureo de las sucias palomas. Escucho. Pero no basta: habría que registrarlo todo, guardar el sonido para nutrir la memoria, para acompañar el recuerdo y las imágenes del pasado. Habría que

21 de agosto de 2007

noche


Arroja luz la herrumbre de la noche.

20 de agosto de 2007

duvidádiva

Que dúvida Que dívida Que dádiva
Que duvidávida afinal a vida

[Que duda Qué deuda Qué dádiva
Que dudéudiva al final la vida]

Praia das Maçãs

Sinais, VIII

Cheira a silêncio vês ao longo desta praia
como se alguém queimasse o cadáver do vento

[Huele a silencio ves a lo largo de esta playa
como si alguien quemase el cadaver del viento]


Sinais, XVIII

Em que língua Em que luz se traduzem os corpos
Que paráfrase tem a mudez dos espelhos

[A qué lengua A qué luz se traducen los cuerpos
Que paráfrasis tiene la mudez de los espejos]



Son pequeños poemas de David Mourão-Ferreira, Matura idade (1973).
Las traducciones son mías.

17 de agosto de 2007

cicatriz


Memoria: cicatriz de moluscos negros y azulados.

16 de agosto de 2007

sombraluz


La sombra es siempre de la luz, ¿o la luz de la sombra?

15 de agosto de 2007

señales de fuego

Poeta antes que prosista, Jorge de Sena (1919-1978) es una de las figuras centrales de la literatura en lengua portuguesa. Debido a su oposición a la dictadura salazarista tuvo que exiliarse a partir de 1959, primero a Brasil y después a Estados Unidos, donde falleció. Fue un escritor fértil en todos los campos, en especial en la poesía (Metamorfoses, de 1963, es su libro más celebrado), pero también en teatro y novela. Sinais de fogo, publicada póstumamente en 1979, es una obra que le ocupó muchos años, y formaba parte de un vasto plan, un ciclo de varias novelas que debían abarcar buena parte de su vida, y que no llegó a completarse. Hay traducción al español de Basilio Losada (Señales de fuego, 1998).

En Sinais de fogo se narra el verano de un muchacho lisboeta que ha terminado la secundaria y que está en plena floración, tanto erótica como intelectual. Jorge, figura que tiene mucho del autor, asiste entre Lisboa y la playa de Figueira da Foz al desencadenamiento de la guerra civil española, que coincide con su lucha interior entre el deseo, la amistad y el nacimiento de la necesidad de escribir poesía. En más de quinientas páginas se suceden aventuras eróticas, lucha clandestina, reflexiones sobre la relación amorosa y la posesión del ser amado, sobre la fidelidad y la amistad equívoca. El protagonista se ve arrojado en poco tiempo a un torrente que, lejos de aturdirlo, lo obliga a actuar y a decidir. Y decidir es descartar, es manipular, es lastimar.

La novela transcurre en pocas semanas, entre julio y septiembre de 1936. La guerra civil española actúa no sólo como un trasfondo político, sino como eje que mueve la acción y desencadena los acontecimientos que llevan al protagonista a tomar una serie de decisiones que implican a otros, y que alteran la vida de sus personas más próximas, así como su propia relación amorosa. El narrador es el propio personaje, Jorge, desde un plano que rememora los hechos tiempo después. Si bien parece ser que el autor se sirvió de su propia experiencia, el texto ya es una ficción, pues hay amalgamas y transmutaciones de personajes y acontecimientos. No hay pretensión de veracidad, sino ficción a partir de la verdad histórica, en un país cuyo régimen apoyaba sin tapujos la sublevación nacionalcatólica contra la República constitucional. Es una novela de descubrimiento, de maduración interna, que se fragua en poco tiempo. Esa intensidad coincide con el nacimiento de una necesidad en el interior del protagonista: a Jorge se le agolpan las palabras en la mente, siente que tiene que escribirlas como sea, rescribirlas, pensarlas; y así nace el poeta.

La prosa de Jorge de Sena es la de un buen poeta que conoce el ritmo, y está densamente cargada de un tono lírico que, unido a la intensidad de lo narrado, actúa como una red: atrapa. No es un lirismo blando, sino a veces incluso afilado, amargo. Los diálogos, por su parte, condensan mucha de la carga poética del texto: los personajes se muestran desnudos, desgarrados o violentos, se orientan hacia el absoluto o hacia la nada, desorientados.

Sinais de fogo es una gran novela, intensísima y apasionada, algo difícil de lograr en un libro extenso. El autor se sirve de la política y del recurso a la poesía para mostrar su compromiso con la justicia y la libertad, para retratar el tiempo del viraje hacia el fascismo en Portugal, coincidente con el español y europeo. Y lo hace en un viaje de ida y vuelta, de la historia a la Historia. Con todo, y siendo excelente, lo mejor de la novela no es su faceta histórica o política. Dura, a veces incluso violenta, de una violencia que no se halla en el escenario bélico, que transcurre lejos, en España, sino en las actuaciones y en las ideas de los personajes, en el dolor que provocan las actitudes y los desencuentros: la verdadera guerra civil es entre los personajes, entre sus deseos y ambiciones, un choque de búsquedas encontradas que resulta devastador. Y en ese fragor de la vida Jorge se aferra a las palabras, a la poesía, la única balsa que logra mantenerlo a flote en el océano de ese verano turbulento.

O horror estava na minha surpresa constante com o inimaginável de uma catástrofe desencadeada a uma escala que não me era habitual. O espantoso e o monstruoso não podem, porém, ser-nos habituais, nem a experiência da vida pode ser feita de experiências incomuns. Mas que as experiências nos dêem o conhecimento de que os limites do possível não são os do provável ou do previsível, eis o que nos daria consciência de que a própria vida é, ou pode ser, a qualquer instante, um furacão que arrasta para o seu torvelinho criaturas inocentes e desprevenidas, que larga, com a mesma indiferença, num estendal de cadáveres e de detritos, espantados de se verem juntos. (p. 443)

ciudad

Miquel Navarro, Fluido en la urbe (fragmento).

No mienten los cuerpos de barro extendidos en la luz.

14 de agosto de 2007

miradouro


Miradouro de Santa Luzia

Si todos los colores son el blanco,
cómo decir el gesto, la ventana
o esa nube encendida
sobre el río que es luz
que no se nombra y arde
y pasa y ya es olvido.

Ángel Campos Pámpano, La ciudad blanca (1988)

Pues sí, la de horas que hemos pasado en ese miradouro, Portas do Sol o Santa Luzia (tan juntos que son el mismo casi), leyendo, escribiendo, charlando, mirando. Mirando, nada más, tantas veces. Ya empezamos a sentir saudade, y todavía no nos hemos ido. Será que la ciudad está más vacía. O que pesa más el aire. No sé.

12 de agosto de 2007

ornette

Ornette Coleman

Anoche pasó el último gran cronopio vivo por la Gulbenkian, cerrando el festival Jazz em Agosto, tras varios conciertos de jazz de vanguardia, free e improvisación contemporánea (todo junto, o según se quiera). En general, este festival lisboeta suele traer a los músicos más innovadores y libres de la escena del jazz, esos que no suelen llenar auditorios porque suenan raro, y que a menudo son marginados de los grandes festivales. Estos días hemos disfrutado de la música de virtuosos como Muhal Richard Abrams o Roscoe Mitchell, Joe Fonda o el Quartet Noir. Y el último, el padre de todos ellos: Ornette Coleman, creador de una música, a finales de la década de 1950, que hasta hace poco seguía en los arrabales del jazz. Freejazz. Libertad es lo que se sintió anoche al escuchar las improvisaciones de su extraño quinteto (contrabajo acústico, contrabajo eléctrico, bajo eléctrico, batería y él, al saxo alto y alguna ráfaga de trompeta), y en especial el sonido acuoso y agudo de su saxofón. Lástima que la Gulbenkian no estuviese ayer a la altura de las circunstancias (el sonido en general fue algo deficiente), pero el viejo loco (77 años) no defraudó. Un sabio con mirada de niño pícaro, eso me pareció anoche.

Dejo aquí la canción con la que cerró el concierto, "Lonely Woman" (claro, en la grabación original, con otra formación, que incluía al insustituible Don Cherry a la trompeta). Salud.

detrás


Al otro lado los girasoles son blancos.

11 de agosto de 2007

espectro


Destruye la cal de la piedra un cuerpo sin materia.

10 de agosto de 2007

pasos


Hay pasos silenciosos más allá de la sombra y tu mirada.

Al Berto

Há de flutuar uma cidade.mp3

Voz: Al Berto
Música: Francisco Ribeiro


há-de flutuar uma cidade no crepúsculo da vida
pensava eu... como seriam felizes as mulheres
à beira-mar debruçadas para a luz caiada
remendando o pano das velas espiando o mar
e a longitude do amor embarcado

por vezes
uma gaivota pousava nas águas
outras era o sol que cegava
e um dardo de sangue alastrava pelo linho da noite
os dias lentíssimos... sem ninguém

e nunca me disseram o nome daquele oceano
esperei sentado à porta... dantes escrevia cartas
punha-me a olhar a risca de mar ao fundo da rua
assim envelheci... acreditando que algum homem ao passar
se espantasse com a minha solidão

(anos mais tarde, recordo agora, cresceu-me uma pérola no coração.
mas estou só, muito só, não tenho a quem a deixar.)

um dia houve
que nunca mais avistei cidades crepusculares
e os barcos deixaram de fazer escala à minha porta
inclino-me de novo para o pano deste século
recomeço a bordar ou a dormir
tanto faz
sempre tive dúvidas que alguma vez me visite a felicidade

Al Berto (1948-1997)

[ha de fluctuar una ciudad en el crepúsculo de la vida / pensaba yo… qué felices serían las mujeres / a la orilla del mar inclinadas hacia la luz enjalbegada / remendando la tela de las velas espiando el mar / y la longitud del amor embarcado // a veces / una gaviota se posaba en las aguas / otras era el sol que cegaba / y un dardo de sangre propagaba por el lino de la noche / los días lentísimos… sin nadie // y nunca me dijeron el nombre de aquel océano / esperé sentado a la puerta… antes escribía cartas / me ponía a mirar la línea del mar al fondo de la calle / así envejecí… creyendo que algún hombre al pasar / se asombrase con mi soledad // (años más tarde, recuerdo ahora, me creció una perla en el corazón. pero estoy solo, muy solo, no tengo a quien dejársela.) // un día hubo / que nunca más avisté ciudades crepusculares / y los barcos dejaron de hacer escala a mi puerta / me inclino de nuevo hacia la tela de este siglo / recomienzo a bordar o a dormir / tanto da / siempre tuve dudas de que alguna vez me visite la felicidad]
(traducción mía)

9 de agosto de 2007

amarillo


Amarillo alto contra un cielo falso de vidrio: allí afuera no hay más aire.

8 de agosto de 2007

cuentos

Acabo de leer la Antologia do Conto Português (2002) que en su día preparó, seleccionó, prologó y anotó el escritor João de Melo (y de la cual hay traducción al español de Mario Merlino). Son cincuenta autores, cincuenta cuentos –uno de cada autor–, en una selección que abarca casi dos siglos, desde Alexandre Herculano, Camilo Castelo Branco y Eça de Queirós, hasta nuestro tiempo, pasando por varias de las grandes figuras de la literatura portuguesa contemporánea (Vergílio Ferreria, Jorge de Sena, Sophia de Mello, Agustina Bessa-Luís, José Saramago o José Cardoso Pires). Es una antología-abanico, un elenco, un muestrario de nombres más que de textos, como una cata de vinos. A pesar de ello, la selección parece acertada (qué difícil debe de ser hacer una antología de tantos autores), y he encontrado buenos cuentos, algunos excelentes. Saltándome el criterio cronológico, enumero los que más me han gustado, sin entrar en materia:

-O grande segredo, de Jorge de Sena, un relato que juega con el misticismo herético y el erotismo en la figura de una monja.

-A ave rara, de Maria Velho da Costa, sobre una mujer sola que compra un extraño pájaro azul, al que intenta hacer volar, en vano.

-Homero, de Sophia de Mello Breyner Andresen, la mirada de una niña hacia un mendigo enigmático.

-Erika e a madrugada, de David Mourão-Ferreira, donde una extranjera madura reflexiona sobre sus desencuentros amorosos.

-Desforra, de José Saramago, el descubrimiento del deseo en un adolescente de aldea.

-O conto dos chineses, de José Cardoso Pires, un extraño encuentro entre un vigilante de una obra y dos feriantes chinos.

-As rosas, de Ana Teresa Pereira, del lazo extremo entre dos gemelos más allá de la muerte.

-O homem dos sonhos, de Mário de Sá-Carneiro, el cuento de un enamoramiento entre lo real y lo onírico.

-Os alçapões do sol, de José Viale Moutinho, un hombre acosado en un café del Chiado por unas piadosas señoras que recaudan fondos para el bando franquista y “la causa de Dios”.

-O cágado, de Almada Negreiros, un cuento fantástico sobre un hombre que persigue a una tortuga.

Sobre el propio antólogo, João de Melo (n. 1949) es escritor, sobre todo de novelas, bastante reconocido, y ha sido (o es aún) asesor cultural de la embajada de Portugal en Madrid. Aún no lo he leído, pero ya he visto varias referencias elogiosas sobre su novela Gente feliz com lágrimas (1988). También es cuentista, aunque ha tenido el pudor o la humildad de no incluir ninguno de sus cuentos en esta antología. Una colección de cuentos que desde luego vale la pena, y que ofrece un panorama amplio de la narrativa breve portuguesa.

grelha


Vacías redes del silencio: pozos negros en el cielo.

7 de agosto de 2007

sombra


Entre la tierra y el hierro la luz asombra.

6 de agosto de 2007

viento


Vuelan en silencio los raíles del viento: no aterrizan, no aterrizan en tu cuerpo.

nombres

Una colección de nombres. Eso es lo que me parece el Museu Colecção Berardo, la nueva exposición permanente que ocupará hasta 2016 el espacio del Centro Cultural de Belém (CCB). Al poco de la inauguración a bombo y platillo, hicimos una visita a la tan cacareada colección de arte contemporáneo, adquirida durante años por el banquero y magnate portugués Joe Berardo, un auténtico self-madelman. Hay obras (una por cabeza, rara vez dos) de Francis Bacon, Malevich, Picasso, Vieira da Silva, Dalí, Miró, Andy Warhol, Júlio Pomar, Tàpies, Chagall, Paula Rego, Frank Stella, y un larguísimo etcétera. Con semejante elenco, y tanta batahola mediática, había que ir. Y fuimos, claro. Debe de ser que nos pilló en mal día, porque, después de una larga cola, la experiencia fue decepcionante. Hay, desde luego, obras muy interesantes, pero mucho de lo expuesto son pinturas poco representativas de lo mejor de cada autor (por no decir que algunas son de muy segunda fila). Y además me pareció que se daba demasiado espacio al Pop Art, que a mí me parece anecdótico. Supongo que el magnate (viste de negro opulento y rezuma corleonismo por los cuatro costados) decidió un buen día que había que coleccionar nombres. No es difícil imaginar una conversación con su museólogo asesor:

–Bueno, pues mañana me compro un… ¿cómo se llama ese de las latas?
–Andy Warhol, comendador.
–Eso, un Guarjol, que luce mucho. Me ponga cuarto y mitá.
–Excelente idea, comendador, y… ¿ha pensado en alguna obra en particular?
–Pues no, qué pregunta tan tonta, el primero que se subaste, pero que no sea de los caros, ¿eh?
–Por supuesto, comendador, faltaría más.

Me ponga cuarto y mitá de sopa Guarjol, oiga.

Pues bien, bromas aparte, sería una mera decepción si la colección, esa exposición de diez años y puede que permanente, no fuese un negocio redondo para el comendador: hasta donde yo sé, el Estado portugués pone el espacio y paga los gastos administrativos, de mantenimiento, conservación, seguridad, etc., y en 2016 tiene además opción preferente de compra por unos cuantos millones de euros (generoso, el capo). Pero no se trata sólo de que un multimillonario engrose más aún sus ya abultadas arcas a costa de vender su colección privada al Estado. Es que además su colección permanente ocupa un espacio inmenso y precioso, las salas de exposiciones temporales del CCB, por las que han pasado muestras de arte contemporáneo de primera fila desde que el Centro Cultural de Belém se inauguró, en 1993. Lisboa pierde un espacio central en el circuito de las artes plásticas, el primero de Portugal hasta que se inauguró la Fundação Serralves de Porto (una maravilla, por cierto).

No es difícil ver, por tanto, que también en este asunto los nombres parecen más importantes que las obras (en arte, como también en literatura), que se menosprecia el concepto de arte en movimiento y la oportunidad de ver grandes exposiciones temporales. Pero además lo que se comprueba es que, aquí como en cualquier país (España a la cabeza, donde cada capital de provincia tiene ya su museo de arte contemporáneo), la gestión cultural es un apéndice más del rendimiento político, arte del lucimiento y de la mera fachada, en pro de los réditos electorales y de un pretendido prestigio cultural. Y los nombres, los nombres siempre por delante. Nunca hay que olvidar el peso del Autor. Ni a cuánto se cotiza su firma.

4 de agosto de 2007

piel


Hay tierra bajo la piel, rasguños del tiempo en la memoria.

3 de agosto de 2007

violín


Arco ciego de luz: tañes el verano en la cal ardiente de los días.

arquitectura

Uma arquitectura

Entremear estar e desaparecer
dirigir-me para onde ser
sem concentração e sem leveza
mais como objecto praticante
que
por acidente
servisse de paz e de perturbação

Corporalmente inserta numa
arquitectura
alvenaria salva merencória certa.

Luiza Neto Jorge, O seu a seu tempo (1966)

[Entremezclar estar y desaparecer / dirigirme hacia donde ser / sin concentración y sin levedad / más como objeto practicante / que / por accidente / sirviese de paz y de perturbación // Corporalmente inserta en una / arquitectura / cantería salva melancolía cierta]

2 de agosto de 2007

aves


Es de piedra y miente en esta tarde el vuelo de esas aves.

1 de agosto de 2007

convergencias


Convergencias: quebradas en sombra las láminas blancas del silencio.

bailar la luna

anoche aprendí a bailar la luna
¿la sabré bailar mañana?

31 de julio de 2007

ciegos

Ayer escribí sobre el arte en el metro de Lisboa. Hoy leo en un blog que suelo frecuentar un breve retrato de otro metro de Lisboa: el de los ciegos que piden limosna. Siempre solos, avanzan haciendo sonar un recipiente donde tintinean las monedas, y a su paso golpetean el bastón contra las barras y asientos del vagón. Repiten una cantilena lastimera, que transcribe con precisión Miguel Vale de Almeida en el enlace anterior. Algunos parecen arrancados de las páginas de una novela picaresca... o de Ernesto Sábato.

quem me dera

Manuel Rui (Huambo, Angola, 1941) es uno de los más destacados escritores angoleños, autor de libros de poesía y narrativa, tanto cuentos (Regresso adiado, 1973, o 1 morto & os vivos, 1992) como novela breve (Quem me dera ser onda, 1982, o Crónica de um mujimbo, 1989) y novela (Rioseco, 1997, probablemente su obra más experimental y compleja).

Quem me dera ser onda (hay traducción al español, con un título tan poco sonoro como Si pudiera ser una ola) narra la “lucha” de unos niños angoleños para salvar la vida a “Carnaval da vitória”, un cerdo traído por el padre de familia a la casa para cebarlo y matarlo, a fin de acabar con la monotonía alimenticia en tiempos de cartillas de racionamiento socialistas.
La novela se ambienta en Luanda, capital de la Angola posterior a la independencia, en un momento no explícito entre la década de los setenta e inicios de los ochenta. Todavía es época de guerra fría, con el gobierno del MPLA, marxista-leninista y filocubano: años de fervor revolucionario y burocrático, pero también de corruptelas, desigualdad y abuso de poder (me temo que eso no ha cambiado tanto). El narrador cuenta, con cierto tono de fábula o de cuento infantil, las peripecias de unos niños que intentan salvar a un cerdo de su más que probable fin en la cazuela. Sin perder el punto de vista infantil, por debajo de ese plano sencillo y amable hay un trasfondo de absurdo, de miseria bien repartida, de picaresca y de rebeldía. Y de crítica feroz a la homogeneización de la vida, a través de metáforas cómicas como las colas del racionamiento y el “peixefritismo” (“pescadofritismo”) como ideología alimenticia nacional, a la corrupción… pero también es una lucha entre el idealismo infantil y el pragmatismo de los adultos, con el cerdo como objeto de deseo común.
El recurso narativo del cuento infantil para cuestionar o denunciar una situación es el mayor logro de esta novelita, que acaba siendo simultáneamente cómica y crítica. El lenguaje dominante es sencillo, con giros del portugués angoleño, y en los diálogos el uso generalizado de la retórica del comunismo real de entonces, que se concreta en el propio nombre del cerdo: el “Carnaval da vitória” era la fiesta que conmemoraba la victoria del marxista MPLA sobre el filoamericano FNLA tras la independencia.
Entre infantil (sólo en la apariencia) y crítico, este libro de apenas setenta páginas se lee de una sentada, y a continuación se siente el deseo de volver a leerlo. Parece tener, conscientemente o no, algo del Orwell de Rebelión en la granja, aunque aquí sólo hay un animal, el cerdo, centro de la narración. El absurdo hecho fábula, en una parábola tan cómica y tierna como implacable.

espejo


"He visto a dios. Era una araña, y quería entrar en mí, pero yo no se lo he permitido"

Ingmar Bergman, Como en un espejo (1961)

(In memoriam)

30 de julio de 2007

arte en el subsuelo

Hace poco se dijo algo aquí sobre Graça Pereira Coutinho y sus manos impresas en las paredes de la estación de metro de Olaias. Otras estaciones del metro de Lisboa albergan obras de arte de creadores, portugueses o no, generalmente creadas especialmente para cada estación. Algunas de ellas son las de Rato (paneles de azulejos de Arpad Szenes y Vieira da Silva), Alto dos Moinhos (azulejos pintados de Júlio Pomar, que representan a Camões, Bocage, Pessoa y Almada Negreiros), Campo Pequeno (esculturas de Francisco Simões), Cais do Sodré (enormes azulejos con el apresurado conejo de Alicia, obra de António Dacosta), Campo Grande (el juego entre el azulejo clásico y el Op Art de Eduardo Nery), Cidade Universitária (“Le Métro”, de Maria Helena Vieira da Silva, y transposición de otra pintura suya sobre azulejos), Rossio (Helena Almeida), Marquês de Pombal (destaca la escultura de João Cutileiro del célebre marqués, así como paneles de azulejos de Menez y Charters de Almeida). Por fin, la estación de Oriente es un pequeño museo, pues está integrada por obras de autores de diversas nacionalidades, con paneles de azulejos de Hundertwasser, Yayoi-Kusama, Errö, António Ségui, Abdoulaye Konaté, y una enorme escultura de un pez, de Magdalena Abakanowicz. Me dejo algunas estaciones, pero quien pueda que las descubra por sí mismo, que hasta eso vale la pena en esta ciudad.

domingo


A través de la ventana otra ventana: sol blanco en las sábanas.

23 de julio de 2007

ritmo

No ritmo surdo

No ritmo surdo sem forma ainda
de um verso
surge um corpo aberto ao sol
da minha mão.
Pertenço já tão pouco ao meu
corpo que nem sequer
beijei quem me entregava a boca.
Que luz recusava assim
por recear
que de tão verde fora amarga?
Como cheguei a isto, despido
de quanto amei? Terias sido tu,
que de tão jovem me envelheceste?
Diz, não digas. A ternura
dirá o que não sabe o desejo.

Eugénio de Andrade, O sal da língua (1995)

Eugénio de Andrade (1923-2005)

En el ritmo sordo


En el ritmo sordo aún sin forma
de un verso
surge un cuerpo abierto al sol
de mi mano.
Pertenezco ya tan poco a mi
cuerpo que ni siquiera
he besado a quien me entregaba su boca.
¿Qué luz se negaba así
por temer
que de tan verde fuese amarga?
¿Cómo he llegado a esto, despojado
de cuanto amé? ¿Habrías sido tú,
que de tan joven me has envejecido?
Dilo, no lo digas. La ternura
dirá lo que no sabe el deseo.

(Traducción de Ángel Campos Pámpano)

21 de julio de 2007

el otro pie

Mia Couto (1955) es el escritor mozambiqueño más conocido internacionalmente. La huella de este autor en la literatura (africana y universal) comenzó con su primera novela, Terra sonâmbula (1992), aunque antes y después ha escrito muchos otros libros, entre poesía, cuentos, artículos y novelas. Hace unos cinco años leí O último voo do flamingo (2000), una sátira hilarante y tierna al mismo tiempo, entre lo onírico y lo real dentro de la ficción, sobre el Mozambique de posguerra civil y la presencia de los cascos azules. O outro pé da sereia (2006, El otro pie de la sirena, aún no traducido al español) es su última novela. En toda su obra de ficción Mia Couto juega con el lenguaje y crea neologismos, altera la sintaxis (aunque no al nivel e intensidad de uno de sus maestros, el brasileño João Guimarães Rosa), se sirve de la tradición oral y de los proverbios. Habla de Mozambique, de África, de la identidad, de la memoria y la amnesia colectiva (“o homem esquece para ter passado e mente para ter futuro”, dice el narrador de su última novela), y por tanto su temática y la forma de afrontarla es ya universal.

En O outro pé da sereia se alternan dos líneas argumentales, a su vez integradas por pequeñas historias que se entrelazan, como en un juego de esas cajas africanas (y chinas) de madera tallada que contienen otras menores. Por un lado, en 2002, la historia de una muchacha llamada Mwadia Malunga, el hallazgo de una vieja talla de la Virgen y de unos manuscritos del siglo XVI que llevan a Mwadia de regreso al pueblo de donde se marchó hace años; de los habitantes de ese pueblo, Vila Longe, y de la llegada de una pareja de afroamericanos que ansían conocer sus raíces y la historia de la esclavitud. Por otro, en 1560, la travesía desde Goa a Mozambique que lleva la evangelización a los negros (y, con ella, la sumisión al poder portugués), río Zambeze arriba. El nexo entre ambas, simbolizado en una estatua de madera de la Virgen que es simultáneamente el espíritu Nzuzu, divinidad africana de las aguas, se va estrechando a lo largo de los viajes reales e imaginarios de los personajes.
Los capítulos ambientados en el presente (2002) se desarrollan en Mozambique, en la aldea de Vila Longe y alrededores. Mientras, impresos en páginas de color hueso (en la edición de Caminho) y en diferente tipografía se suceden, alternados con los otros, los capítulos que narran la travesía del océano Índico en un barco que lleva en 1560 a Mozambique al misionero jesuita Gonçalo da Silveira (personaje rigurosamente histórico, “mártir” de la cristiandad en tierras de Mozambique) y a otros personajes como el esclavo Nimi Nsundi, o el joven cura Manuel Antunes, seducido por la sensualidad africana.

La originalidad de Mia Couto, a diferencia de otros textos anteriores, no se muestra en esta novela tanto en la creación de neologismos (que los hay, como el bello crepuscalado, o cegocêntrico, entre otros) como en la manipulación de la tradición oral y de los proverbios, a través de verdaderos aforismos que articulan la voz narrativa y los diálogos de los personajes.

Si O último voo do flamingo comenzaba contundentemente con el pene amputado de un casco azul como único vestigio de la explosión de una mina, O outro pé da sereia se inicia con la caída de una estrella que no sabremos a ciencia cierta si es realmente eso o un satélite espía. Esta es la primera de una serie de ambigüedades, de juego de datos entre lo real y lo ilusorio que parece en ciertos momentos confuso, y que conduce a un final tan desconcertante y sorprendente que al lector (al menos a este lector) le queda la impresión de que el autor ha querido dar la vuelta a las convenciones narrativas occidentales y dejarnos completamente fuera de juego. De hecho, es como si el personaje de Zeca Matambira, ex púgil que tuvo que abandonar el boxeo porque era incapaz de golpear a mulatos o blancos, hubiese superado su miedo y nos propinase un seco gancho con la zurda desde el ring de la ficción.

Sea como sea, Mia Couto es un escritor que sabe conquistar al lector, que seduce con personajes simbólicos y fascinantes, bien construidos, con una prosa sencilla aunque labrada por imágenes y frases luminosas, con la fascinación de un mundo en que se diluyen las fronteras entre lo real y lo ilusorio. En esta novela los estereotipos, las imágenes que los occidentales tienen de África y los africanos, caen en pedazos mediante el humor y la picaresca. Los africanos, como nosotros, no son personas de raíz pura, ni acaso importa, parece decirnos Mia Couto: todos somos resultado de diversas mezclas, no sólo raciales o culturales, sino de un complejo conjunto de experiencias, conocimientos, relaciones y herencias bastardas.

– Esse poente, esse poente! Você usava aquela outra palavra que eu gostava tanto, como era?
– Crepúsculo.
– Era isso mesmo, crespu... diga lá outra vez!
– Crepúsculo.
– Maravilha, disse Rodrigues, soletrando repetidamente a palavra. E suspirou: Estou para aqui todo crepuscalado.
(…)
Nesses últimos dias, Mwadia fechava-se no sótão e espreitava a velha documentação colonial. Agora, ela sabia: um livro é uma canoa. Esse era o barco que lhe faltava em Antigamente. Tivesse livros e ela faria a travessia para o outro lado do mundo, para o outro lado de si mesma.
(…)
– Desculpe a pregunta: o senhor se considera um animista?
– Do modo como está o mundo, eu me considero mais um desanimista…

20 de julio de 2007

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Cúpula, Culturgest