31 de julio de 2007

quem me dera

Manuel Rui (Huambo, Angola, 1941) es uno de los más destacados escritores angoleños, autor de libros de poesía y narrativa, tanto cuentos (Regresso adiado, 1973, o 1 morto & os vivos, 1992) como novela breve (Quem me dera ser onda, 1982, o Crónica de um mujimbo, 1989) y novela (Rioseco, 1997, probablemente su obra más experimental y compleja).

Quem me dera ser onda (hay traducción al español, con un título tan poco sonoro como Si pudiera ser una ola) narra la “lucha” de unos niños angoleños para salvar la vida a “Carnaval da vitória”, un cerdo traído por el padre de familia a la casa para cebarlo y matarlo, a fin de acabar con la monotonía alimenticia en tiempos de cartillas de racionamiento socialistas.
La novela se ambienta en Luanda, capital de la Angola posterior a la independencia, en un momento no explícito entre la década de los setenta e inicios de los ochenta. Todavía es época de guerra fría, con el gobierno del MPLA, marxista-leninista y filocubano: años de fervor revolucionario y burocrático, pero también de corruptelas, desigualdad y abuso de poder (me temo que eso no ha cambiado tanto). El narrador cuenta, con cierto tono de fábula o de cuento infantil, las peripecias de unos niños que intentan salvar a un cerdo de su más que probable fin en la cazuela. Sin perder el punto de vista infantil, por debajo de ese plano sencillo y amable hay un trasfondo de absurdo, de miseria bien repartida, de picaresca y de rebeldía. Y de crítica feroz a la homogeneización de la vida, a través de metáforas cómicas como las colas del racionamiento y el “peixefritismo” (“pescadofritismo”) como ideología alimenticia nacional, a la corrupción… pero también es una lucha entre el idealismo infantil y el pragmatismo de los adultos, con el cerdo como objeto de deseo común.
El recurso narativo del cuento infantil para cuestionar o denunciar una situación es el mayor logro de esta novelita, que acaba siendo simultáneamente cómica y crítica. El lenguaje dominante es sencillo, con giros del portugués angoleño, y en los diálogos el uso generalizado de la retórica del comunismo real de entonces, que se concreta en el propio nombre del cerdo: el “Carnaval da vitória” era la fiesta que conmemoraba la victoria del marxista MPLA sobre el filoamericano FNLA tras la independencia.
Entre infantil (sólo en la apariencia) y crítico, este libro de apenas setenta páginas se lee de una sentada, y a continuación se siente el deseo de volver a leerlo. Parece tener, conscientemente o no, algo del Orwell de Rebelión en la granja, aunque aquí sólo hay un animal, el cerdo, centro de la narración. El absurdo hecho fábula, en una parábola tan cómica y tierna como implacable.

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