30 de julio de 2007

arte en el subsuelo

Hace poco se dijo algo aquí sobre Graça Pereira Coutinho y sus manos impresas en las paredes de la estación de metro de Olaias. Otras estaciones del metro de Lisboa albergan obras de arte de creadores, portugueses o no, generalmente creadas especialmente para cada estación. Algunas de ellas son las de Rato (paneles de azulejos de Arpad Szenes y Vieira da Silva), Alto dos Moinhos (azulejos pintados de Júlio Pomar, que representan a Camões, Bocage, Pessoa y Almada Negreiros), Campo Pequeno (esculturas de Francisco Simões), Cais do Sodré (enormes azulejos con el apresurado conejo de Alicia, obra de António Dacosta), Campo Grande (el juego entre el azulejo clásico y el Op Art de Eduardo Nery), Cidade Universitária (“Le Métro”, de Maria Helena Vieira da Silva, y transposición de otra pintura suya sobre azulejos), Rossio (Helena Almeida), Marquês de Pombal (destaca la escultura de João Cutileiro del célebre marqués, así como paneles de azulejos de Menez y Charters de Almeida). Por fin, la estación de Oriente es un pequeño museo, pues está integrada por obras de autores de diversas nacionalidades, con paneles de azulejos de Hundertwasser, Yayoi-Kusama, Errö, António Ségui, Abdoulaye Konaté, y una enorme escultura de un pez, de Magdalena Abakanowicz. Me dejo algunas estaciones, pero quien pueda que las descubra por sí mismo, que hasta eso vale la pena en esta ciudad.

4 comentarios:

Neves de ontem dijo...

He utilizado pocas veces el metro en Lisboa, siempre he ido de visita y me parecía una ciudad bellísima para perderme en el subsuelo, prefería ir mirando, pero ahora, después de tu entrada, creo que voy a hacer una visita a esas estaciones. Saludos.

Daniel Pelegrín dijo...

Claro, yo también prefiero la superficie, pero confieso que el subsuelo me atrae. Además de las sorpresas artísticas, siempre se encuentra algún loco interesante. Salud

Anónimo dijo...

Esta entrada me ha gustado mucho Azófar.

Pasé haciendo click en los links y me alegró encontrar a Helena Almeida; debo decir que la admiro mucho, en especial disfruto su faceta como fotógrafa (junto con Odilón, mis consentidas). Debí haberla descubierto hace poco más de un año y sigue emocionándome.
(Estaba buscando esta
foto
, quería compartirla, fue con ella que inició mi acercamiento, de verdad me impactó).

¿Sabes? hará un par de meses, recorrí gran parte de la Ciudad de México valiéndome del metro, únicamente con la finalidad de apreciar las exposiciones que con frecuencia suelen llevar a cabo como parte del programa "el metro, un espacio para la cultura".

Fue una experiencia muy bonita (ufff toda una aventura -sonrisas-) Además de haber observado un par de fotografías, litografías, óleos, danzas, un poco recordé mis días de estudiante en el INBA; cuando iba yo de una línea a otra para poder llegar a la escuela, en medio de esa gente, apretujada e incómoda pero feliz.

Ahhh, y mira, ya mejor detengo el recuento de experiencias de aquella época, porque seguro no acabo, sólo diré que cualquier espacio será bueno para acercarse a la cultura, aquí el metro depara siempre gratas sorpresas, existen infinidad de obras al calce, pero... fuera de todo ello -que desde luego es lo que hoy nos convoca- quiero añadir que el subsuelo guarda además cierto encanto, no sé si será la energía que se acumula con tal cantidad de personas transitando, el movimiento constante, y esa sensación de fluir, de estar pasando, no sé ... pero algo hay, o quizá me gusta pensar que algo hay... una luz tan cierta, que lejos de someterse en la profundidad, se ahonda.

Bueno... ya no más, te deseo bonito día.

Daniel Pelegrín dijo...

Conozco una vídeo performance de Helena Almeida muy parecida a esa foto: la artista contra un velo blanco, su boca abriendo espacios y la punta de su dedo dibujando palabras. Me gustó. La foto es excelente.

Esa experiencia de arte en el metro de México DF debió de ser muy interesante, el de Lisboa en comparación es de juguete. Claro que también es más tranquilo en todos los sentidos.

Hay cierto arte, desde luego, que no debería encerrarse en un museo, sino estar cerca de la gente, próximo de la sensibilidad de cada uno (claro, no es el caso de una pintura de Velázquez). Salud