20 de febrero de 2007

carnaval

El carnaval lisboeta pasó sin pena ni gloria, indefinido entre la tentación mestiza y el recurso a la invención de la tradición: ayer escuchaba un programa de radio en la TSF en el que se hacía hincapié en las raíces "puras" del carnaval en la zona del Duero, en el Portugal oculto de las aldeas interiores del norte. Allí, se decía en ese programa, las tradiciones se han mantenido sin mácula ni mezcla con otros rituales y costumbres ajenas a "lo portugués". Se destacaba incluso que era un día en el que las autoridades civiles debían desfilar sin máscara, pues el carnaval es jornada de desahogo y de crítica. Claro que eso no oculta lo obvio: el resto del año impera la sumisión y el conformismo. Es una lectura blanda del pasado, que además pretende hacer "vendible" un folclore pretendidamente "sano".
El fenómeno de invención de la tradición y del falso purismo es típico de la culturas ibéricas desde no hace mucho tiempo (puede que también ocurra en otros sitios de la Europa del sur): en muchos pueblos españoles ocurre lo mismo, sólo que en términos autonómicos: "lo aragonés", "lo castellano", "lo catalán", "lo gallego", etc. No se trata de copiar e importar el carnaval brasileiro (como ocurre con la fantochada murciana del Entierrro de la Sardina, la otra cara de la moneda), pero me parece etnocentrista y empobrecedor reivindicar la pureza de las propias tradiciones, y menospreciar lo que otras puedan aportar. Y quien dice carnaval, dice muchos otros aspectos de la cultura.

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