5 de marzo de 2007

identidades

El sol de la mañana se cuela oblicuo y me ilumina las manos al escribir. Hoy soy otro, como ayer fui: tengo el mismo nombre, y qué distancia. No ha ocurrido nada, no he cumplido años, nadie cercano ha muerto o nacido. Vuelvo a ver a la mujer de enfrente que tiende la ropa frente a la fachada, la luz ondula y rejuega al ritmo del aire y con el movimiento crea el color, que tampoco es siempre el mismo. Ni ella es la misma que colgaba la ropa ayer. Soy consciente de hablar esta lengua y de bosquejar escritos sirviéndome de ella, lo demás son datos documentales y pretendidos pilares de la identidad, testimonios de nada, que no indican quién soy, porque no siempre soy el mismo, ni tú, ni acaso nadie. Qué cansado ser siempre el mismo, creer cada día que nuestro cuerpo y nuestra memoria nos obligan a repetir rituales y palabras, actitudes ante la vida, que tampoco ha de ser siempre la misma cada día. Somos construcciones en el tiempo, nunca iguales, o ni siquiera somos: vamos siendo, estamos. Afortundamente, tenemos memoria e imaginación. Y olvido.

2 comentarios:

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

He estado leyendo varias de sus entradas. Me parecen muy bellas y muy portuguesas. Me tendrá a su puerta a menudo.
Un abrazo.

Daniel Pelegrín dijo...

Gracias, yo seguiré jugando a la rayuela, puede que encuentre a la Maga.