11 de junio de 2007

esperar


Hay que subir la Calçada do Combro, doblar la esquina hacia el Adamastor y pasar a la esplanada que hay junto al miradouro frente al Tajo. Los libros, los materiales de estudio o trabajo, son apenas una excusa: allí se va a esperar. ¿Esperar qué? Nadie lo sabe todavía. Algunos días contamos cargueros de paso, melancólicos, lentos, como aquél que portaba la estatua de Lenin, Danubio abajo, en la película de Theo Angelopoulos. Lástima que el griego no cambie los Balcanes por Lisboa, aunque sea por una vez: aquí podría rodar otra película hermosa: sólo tendría que añadir la niebla. O ni siquiera.
A veces callamos, e inevitablemente escuchamos conversaciones ajenas, ese juego tan viejo que consiste en unir frases cazadas al vuelo y tratar de imaginarles un argumento más amplio, una historia, tal vez una vida. Lisboetas y extranjeros pierden la mirada en el ancho río y hablan sin dar importancia a las palabras más importantes: “Amanhã falo com a Teresa”, le dice una mujer madura a un hombre de ojos húmedos, “vais ver que tudo se arranja, Zé”; “I feel like an asshole, Joana”, lamentan los labios temblorosos al teléfono móvil, como si cantara, “now I know I should have told him before, but I’m always wrong, I’m always getting late, it’s the same song, the same song”; “Eh, pá, que seca!”, se queja un adolescente a su amigo, “parece que vai chover, já chega”. Y es cierto, nubes grises, lentas como los buques del estuario, han ido borrando los escasos huecos de azul: todo indica que de aquí a nada lloverá.
En una tarde cualquiera, Zé y Teresa hablan en la mesa de al lado. Ella le pregunta por su hijo de diez años, pero la música de la terraza pone barreras a las palabras. Minutos después él le propone un viaje, solos, “porque uma viajem dá para encontrarmos soluções”, horas de asfalto y conversación para cubrir espacios vacíos y heridas abiertas. De Lisboa a Córdoba, la semana que viene. Después silencian. También parecen esperar, con o sin esperanza, contra la luz de mercurio del río.
Hay que esperar que nada ocurra. En la terraza, frente al río surcado por el puente rojo, ante la suma de tejados y gaviotas que da forma al espacio intermedio. Hay que esperarlo, porque siempre ocurre algo.

10 comentarios:

Neves de ontem dijo...

Oh, Azófar, sentía estar también ahí mirando el río y oyendo contigo los retazos de conversaciones e imaginando vidas.

Anónimo dijo...

Qué bonita entrada Azófar. Y la imagen que le acompaña me ha gustado también mucho.

Excelente inicio de semana.

Rox.

Daniel Pelegrín dijo...

Gracias, Neves y Roxana, el lugar merece más. El montaje de fotos no me ha quedado tan bien como quisiera, pero da una idea de lo que se abarca desde el miradouro de Santa Catarina. Abrazos

Anónimo dijo...

Pues a mí me ha parecido un buen trabajo Azófar, al ver la imagen se genera la sensación de ir uniendo fragmentos con la mirada aún cuando éstos ya hace rato formaban el todo, y me gusta mucho cómo es que colocas esos fragmentos en niveles desiguales, vaya, no sé... me gustó mucho esa foto.
Un poco recordé mis tiempos de estudiante cuando, alguna vez me dio por estudiar fotografía... ver este tipo de imágenes me producía una sana envidia y además claro, siempre está el gusanito por lograr algo semejante.

Bueno, pues sólo eso.

=)

Bonita tarde, noche. Un abrazo también.

Neves de ontem dijo...

Santa Catarina es uno de mis miradores favoritos. A ver si soluciono pronto el problema del coche y me doy un paseito por la bellísima Lisboa.

Ay de los problemas técnicos, aún lucho con el blog para conseguir cambiar lo que no me gusta e introducir novedades, y con las cámaras digitales igual, se me estropean cuando empiezo a entenderlas y a empezar otra vez. Mañana es Santo António, ¡feliz día!

Anónimo dijo...

Conocí ese mirador lisboeta en un agosto pegajoso que me impidió disfrutar de la ciudad todo lo deseado. De cualquier manera, la vista desde el lugar era espléndida. Como la entrada. Un cordial saludo, Azófar.

D. de Rayuela

(Y un abrazo para Rox, a quien se la añora).

Daniel Pelegrín dijo...

Rox, con Photoshop y QuarkXPress se hacen montajes fácilmente, lo difícil es hacer buenas fotos.

Neves, ¡la rebelión de las máquinas! Cuando arregles el coche aparece por aquí, nos tomamos una cervejinha fresca y te presento a mi compañera.
Santo Tô... todavía me huele a sardinha grelhada hasta el alma.

Diarios, el mejor mes de Lisboa es junio, por muchas razones (los árboles en flor, la temperatura, las fiestas de Santo António, las actividades culturales...).

Salud

Anónimo dijo...

Ay Azófar, es que estoy negada para la tecnología... Pero lo tomamos en cuenta, claro que sí.

Rayuelita... soy mala, yo sé que te he tenido abandonado en comentarios, pero siempre, siempre te leo, es una costumbre que tengo el pasar a saludarte aunque sea de manera silenciosa. Se te quiere mucho. ( Y ya pronto me pongo al corriente con los mensajes, ya verás... es que he andado con mil cosas en la cabezota)

* Dejo el mensaje anterior a Diarios sabiendo de antemano que no me lo tomarás a mal Azófar y aprovechándome un poco de tu generosidad y tu blog.

Un abrazo fuerte ambos.

Rox.

MIRIAM dijo...

Precioso relato. Logras transmitirnos la magia del lugar, la atmósfera de calma y al mismo tiempo de agitación de posibilidades. Siempre se puede esperar algo, sobre todo en esos sitios que parecen esconder puertas que están destinadas para nosotros. Un abrazo.

Daniel Pelegrín dijo...

Gracias, Miriam, es un lugar tan abierto al horizonte como a las posibilidades, sí.